TEXTOS II:
TEXTOS PARA EL COMENTARIO
*
POEMA 1: «Siempre fugitiva y siempre...» de A. Machado
Siempre
fugitiva y siempre
cerca de mí, en negro manto
mal
cubierto el desdeñoso
gesto de tu rostro pálido.
No sé
adónde vas, ni dónde
tu virgen belleza tálamo
busca en
la noche. No sé
qué sueños cierran tus párpados,
ni de
quién haya entreabierto
tu lecho inhospitalario.
...............................
Detén el paso
belleza
esquiva, detén el paso.
Besar quisiera la amarga,
amarga flor de tus labios.
*
POEMA 2: «El limonero lánguido suspende...» de A. Machado
El
limonero lánguido suspende
una pálida rama polvorienta
sobre
el encanto de la fuente limpia,
y allá en el fondo sueñan
los
frutos de oro...
Es una tarde clara,
casi de
primavera;
tibia tarde de marzo,
que al hálito de abril
cercano lleva;
y estoy solo, en el patio silencioso,
buscando
una ilusión cándida y vieja:
alguna sombra sobre el blanco
muro,
algún recuerdo, en el pretil de piedra
de la fuente
dormido, o, en el aire,
algún vagar de túnica ligera.
En
el ambiente de la tarde flota
ese aroma de ausencia
que
dice al alma luminosa: nunca,
y al corazón: espera.
Ese
aroma que evoca los fantasmas
de las fragancias vírgenes y
muertas.
Sí, te recuerdo, tarde alegre y clara,
casi
de primavera,
tarde sin flores, cuando me traías
el buen
perfume de la hierbabuena,
y de la buena albahaca,
que
tenía mi madre en sus macetas.
Que tú me viste hundir
mis manos puras
en el agua serena,
para alcanzar los frutos
encantados
que hoy en el fondo de la fuente sueñan...
Sí,
te conozco, tarde alegre y clara,
casi de primavera.
*
POEMA 3: «Mediodía; sol y rosas» de Juan Ramón Jiménez
Mi
niño se va a dormir
en gracia de la Pastora
y por dormirse
mi niño
se duerme la arrulladora.
Canción de madre
Mediodía;
sol y rosas;
todo
el pueblo se ha dormido;
rosas, cielo azul… Las madres
están
durmiendo a los niños.
De la sombra de las casas
vienen
cantares dolidos,
cantares que van llorando
no sé qué
viejos idilios.
Las palabras de las madres
tienen
fragancias y ritmos
de llanto, que nadie sabe
dónde los
han aprendido.
Son tristezas que se abren
en la
sombra, por caminos
que van a morir a un cielo
alegre, rosa
y dulcísimo.
son pájaros que se posan
en los ojos
de los niños,
sonrisas para sus bocas,
mariposas, lumbres,
linos,
sensaciones irisadas
que van a la gloria,
ríos
celestes, frondas de oro,
caminitos florecidos…,
yo
no sé qué ruiseñores,
qué remansos cristalinos,
¡ay!,
no sé qué alas blancas
que saben ir a los lirios…
Pueblo
blanco; sol y rosas;
hasta el cielo se ha dormido;
rosas,
cielo azul… Las madres
están durmiendo a los niños.
*
POEMA 4: «Unidad en ella» de Vicente Aleixandre
Cuerpo
feliz que fluye entre mis manos,
rostro amado donde contemplo
el mundo,
donde graciosos pájaros se copian fugitivos,
volando a la región donde nada se olvida.
Tu
forma externa, diamante o rubí duro,
brillo de un sol que
entre mis manos deslumbra,
cráter que me convoca con su música
íntima, con esa
indescifrable llamada de tus dientes.
Muero
porque me arrojo, porque quiero morir,
porque quiero vivir en
el fuego, porque este aire de fuera
no es mío, sino el
caliente aliento
que si me acerco quema y dora mis labios desde
un fondo.
Deja,
deja que mire, teñido del amor,
enrojecido el rostro por tu
purpúrea vida,
deja que mire el hondo clamor de tus entrañas
donde muero y renuncio a vivir para siempre.
Quiero
amor o la muerte, quiero morir del todo,
quiero ser tú, tu
sangre, esa lava rugiente
que regando encerrada bellos miembros
extremos
siente así los hermosos límites de la vida.
Este
beso en tus labios como una lenta espina,
como un mar que voló
hecho un espejo,
como el brillo de un ala,
es todavía
unas manos, un repasar de tu crujiente pelo,
un crepitar de la
luz vengadora,
luz o espada mortal que sobre mi cuello amenaza,
pero que nunca podrá destruir la unidad de este mundo.
*
POEMA 5: «Soneto de la dulce queja» de Lorca
Tengo
miedo a perder la maravilla
de tus ojos de estatua y el acento
que de noche me pone en la mejilla
la solitaria rosa de
tu aliento.
Tengo pena de ser en esta orilla
tronco
sin ramas; y lo que más siento
es no tener la flor, pulpa o
arcilla,
para el gusano de mi sufrimiento.
Si tú
eres el tesoro oculto mío,
si eres mi cruz y mi dolor mojado,
si soy el perro de tu señorío,
no me dejes perder
lo que he ganado
y decora las aguas de tu río
con hojas
de mi otoño enajenado.
*
POEMA
6: «Gacela del amor desesperado» de Lorca
La
noche no quiere venir
para que tú no vengas
ni yo pueda
ir.
Pero yo iré
aunque un sol de alacranes me coma
la sien.
Pero tú vendrás
con la lengua quemada por la
lluvia de sal.
El día no quiere venir
para que tú
no vengas
ni yo pueda ir.
Pero yo iré
entregando
a los sapos mi mordido clavel.
Pero tú vendrás
por las
turbias cloacas de la oscuridad.
Ni la noche ni el día
quieren venir
para que por ti muera
y tú mueras por mí.
*
POEMA
7: «Tú vives siempre en tus actos...» de Pedro Salinas
Tú
vives siempre en tus actos.
Con la punta de tus dedos
pulsas
el mundo, le arrancas
auroras, triunfos, colores,
alegrías:
es tu música.
La vida es lo que tú tocas.
De tus
ojos, sólo de ellos,
sale la luz que te guía
los pasos.
Andas
por lo que ves. Nada más.
Y si una duda te
hace
señas a diez mil kilómetros,
lo dejas todo, te
arrojas
sobre proas, sobre alas,
estás ya allí; con los
besos,
con los dientes la desgarras:
ya no es duda.
Tú
nunca puedes dudar.
Porque has vuelto los misterios
del
revés. Y tus enigmas,
lo que nunca entenderás,
son esas
cosas tan claras:
la arena donde te tiendes,
la marcha de
tu reloj
y el tierno cuerpo rosado
que te encuentras en
tu espejo
cada día al despertar,
y es el tuyo. Los
prodigios
que están descifrados ya.
Y nunca te
equivocaste,
más que una vez, una noche
que te
encaprichó una sombra
-la única que te ha gustado-.
Una
sombra parecía.
Y la quisiste abrazar.
Y era yo. "
*
POEMA 8: «No decía palabras» de Luis Cernuda
No
decía palabras,
acercaba tan sólo un cuerpo interrogante,
porque ignoraba que el deseo es una pregunta
cuya
respuesta no existe,
una hoja cuya rama no existe,
un
mundo cuyo cielo no existe.
La angustia se abre paso
entre los huesos,
remonta por las venas
hasta abrirse en
la piel,
surtidores de sueño
hechos carne en
interrogación vuelta a las nubes.
Un roce al paso,
una
mirada fugaz entre las sombras,
bastan para que el cuerpo se
abra en dos,
ávido de recibir en sí mismo
otro cuerpo
que sueñe;
mitad y mitad, sueño y sueño, carne y carne,
iguales en figura, iguales en amor, iguales en deseo.
Auque
sólo sea una esperanza
porque el deseo es pregunta cuya
respuesta nadie sabe.
*
POEMA 9: «Abeja de Blanca zumbas...» de Pablo Neruda
Abeja
blanca zumbas -ebria de miel- en mi alma
y te tuerces en lentas
espirales de humo.
Soy el desesperado, la palabra sin
ecos,
el que lo perdió todo, y el que todo lo tuvo.
Última
amarra, cruje en ti mi ansiedad última.
En mi tierra desierta
eres la última rosa.
Ah silenciosa!
Cierra
tus ojos profundos. Allí aletea la noche.
Ah desnuda tu cuerpo
de estatua temerosa.
Tienes ojos profundos donde la noche
alea.
Frescos brazos de flor y regazo de rosa.
Se
parecen tus senos a los caracoles blancos.
Ha venido a dormirse
en tu vientre una mariposa de sombra.
Ah silenciosa!
He
aquí la soledad de donde estás ausente.
Llueve. El viento del
mar caza errantes gaviotas.
El agua anda descalza por las
calles mojadas.
De aquel árbol se quejan, como enfermos, las
hojas.
Abeja blanca, ausente, aún zumbas en mi alma.
Revives en el tiempo, delgada y silenciosa.
Ah
silenciosa!
*
POEMA 10: «Campos de Soria» de A. Machado
Es
la tierra de Soria árida y fría.
Por las colinas y las
sierras calvas,
verdes pradillos, cerros cenicientos,
la
primavera pasa
dejando entre las hierbas olorosas
sus
diminutas margaritas blancas.
La tierra no revive, el
campo sueña.
Al empezar abril está nevada
la espalda
del Moncayo;
el caminante lleva en su bufanda
envueltos
cuello y boca, y los pastores
pasan cubiertos con sus luengas
capas.
II
Las tierras labrantías,
como
retazos de estameñas pardas,
el huertecillo, el abejar, los
trozos
de verde obscuro en que el merino pasta,
entre
plomizos peñascales, siembran
el sueño alegre de infantil
Arcadia.
En los chopos lejanos del camino,
parecen
humear las yertas ramas
como un glauco vapor ?las nuevas hojas?
y en las quiebras de valles y barrancas
blanquean los
zarzales florecidos,
y brotan las violetas perfumadas.
III
Es el campo undulado, y los caminos
ya ocultan los
viajeros que cabalgan
en pardos borriquillos,
ya al fondo
de la tarde arrebolada
elevan las plebeyas figurillas,
que
el lienzo de oro del ocaso manchan.
Mas si trepáis a un
cerro y veis el campo
desde los picos donde habita el águila,
son tornasoles de carmín y acero,
llanos plomizos, lomas
plateadas,
circuidos por montes de violeta,
con las
cumbres de nieve sonrosado.
IV
¡Las figuras
del campo sobre el cielo!
Dos lentos bueyes aran
en
un alcor, cuando el otoño empieza,
y entre las negras testas
doblegadas
bajo el pesado yugo,
pende un cesto de juncos
y retama,
que es la cuna de un niño;
y tras la
yunta marcha
un hombre que se inclina hacia la tierra,
y
una mujer que en las abiertas zanjas
arroja la semilla.
Bajo
una nube de carmín y llama,
en el oro fluido y verdinoso
del
poniente, las sombras se agigantan.
V
La
nieve. En el mesón al campo abierto
se ve el hogar donde la
leña humea
y la olla al hervir borbollonea.
El
cierzo corre por el campo yerto,
alborotando en blancos
torbellinos
la nieve silenciosa.
La nieve sobre el
campo y los caminos,
cayendo está como sobre una fosa.
Un
viejo acurrucado tiembla y tose
cerca del fuego; su mechón de
lana
la vieja hila, y una niña cose
verde ribete a su
estameña grana.
Padres los viejos son de un arriero
que
caminó sobre la blanca tierra,
y una noche perdió ruta y
sendero,
y se enterró en las nieves de la sierra.
En
torno al fuego hay un lugar vacío
y en la frente del viejo, de
hosco ceño,
como un tachón sombrío
?tal el golpe de un
hacha sobre un leño?.
La vieja mira al campo, cual si
oyera
pasos sobre la nieve. Nadie pasa.
Desierta la
vecina carretera,
desierto el campo en torno de la casa.
La
niña piensa que en los verdes prados
ha de correr con otras
doncellitas
en los días azules y dorados,
cuando crecen
las blancas margaritas.
VI
¡Soria fría,
Soria pura,
cabeza de Extremadura,
con su castillo
guerrero
arruinado, sobre el Duero;
con sus murallas
roídas
y sus casas denegridas!
¡Muerta ciudad de
señores
soldados o cazadores;
de portales con escudos
de cien linajes hidalgos,
y de famélicos galgos,
de
galgos flacos y agudos,
que pululan
por las sórdidas
callejas,
y a la medianoche ululan,
cuando graznan las
cornejas!
¡Soria fría! La campana
de la Audiencia
da la una.
Soria, ciudad castellana
¡tan bella! bajo la
luna.
VII
¡Colinas plateadas,
grises
alcores, cárdenas roquedas
por donde traza el Duero
su
curva de ballesta
en torno a Soria, obscuros encinares,
ariscos pedregales, calvas sierras,
caminos blancos y
álamos del río,
tardes de Soria, mística y guerrera,
hoy
siento por vosotros, en el fondo
del corazón, tristeza,
tristeza que es amor! ¡Campos de Soria
donde parece que
las rocas sueñan,
conmigo vais! ¡Colinas plateadas,
grises
alcores, cárdenas roquedas!...
VIII
He
vuelto a ver los álamos dorados,
álamos del camino en la
ribera
del Duero, entre San Polo y San Saturio,
tras las
murallas viejas
de Soria ?barbacana
hacia Aragón, en
castellana tierra?.
Estos chopos del río, que acompañan
con el sonido de sus hojas secas
el son del agua, cuando
el viento sopla,
tienen en sus cortezas
grabadas
iniciales que son nombres
de enamorados, cifras que son fechas.
¡Álamos del amor que ayer tuvisteis
de ruiseñores
vuestras ramas llenas;
álamos que seréis mañana liras
del
viento perfumado en primavera;
álamos del amor cerca del agua
que corre y pasa y sueña,
álamos de las márgenes del
Duero,
conmigo vais, mi corazón os lleva!
IX
¡Oh, sí! Conmigo vais, campos de Soria,
tardes
tranquilas, montes de violeta,
alamedas del río, verde sueño
del suelo gris y de la parda tierra,
agria melancolía
de la ciudad decrépita.
Me habéis llegado al
alma,
¿o acaso estabais en el fondo de ella?
¡Gentes
del alto llano numantino
que a Dios guardáis como cristianas
viejas,
que el sol de España os llene
de alegría, de
luz y de riqueza!
*
POEMA 11: «Yo voy soñando caminos...» de A. Machado
Yo
voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas,
los verdes pinos,
las polvorientas encinas!…
¿Adónde el
camino irá?
Yo voy cantando, viajero
a lo largo del
sendero…
-la tarde cayendo está-.
“En el corazón
tenía
la espina de una pasión;
logré arrancármela un
día:
“ya no siento el corazón”.
Y
todo el campo un momento
se queda, mudo y sombrío,
meditando.
Suena el viento
en los álamos del río.
La
tarde más se oscurece;
y el camino que serpea
y débilmente
blanquea
se enturbia y desaparece.
Mi
cantar vuelve a plañir:
“Aguda espina dorada,
quién te
pudiera sentir
en el corazón clavada”.
*
POEMA 12. «Río de cristal, dormido...» de Juan Ramón Jiménez
Río
de cristal dormido
y encantado; dulce valle,
dulces
riberas de álamos
blancos y de verdes sauces...
El valle
tiene un ensueño
y un corazón sueña y sabe
dar con su
sueño un son triste
de flautas y de cantares.
Río
encantado; las ramas
soñolientas de los sauces,
en los
remansos dormidos
besan los claros cristales.
Y el cielo
es plácido y dulce,
un cielo bajo y flotante
que con su
bruma de plata
va acariciando los árboles.
Mi corazón
ha soñado
con la ribera y el valle,
y ha llegado hasta
la orilla
dormida para embarcarse;
pero al pasar por la
senda,
lloró de amor, con un aire
viejo, que estaba
cantando
no sé quién por otro valle.
*
POEMA 13: «El viaje definitivo» de Juan Ramón Jiménez
…Y
yo me iré. Y se quedarán los pájaros
cantando;
y se
quedará mi huerto, con su verde árbol,
y con su pozo
blanco.
Todas la tardes, el cielo será azul y
plácido;
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las
campanas del campanario.
Se morirán aquellos que me
amaron;
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y en el
rincón aquel de mi huerto florido y encalado.
mi espíritu
errará, nostálgico…
Y yo me iré; y estaré solo,
sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo
azul y plácido…
Y se quedarán los pájaros cantando.
|
|
*
POEMA 14: «Como tú» de León Felipe
Así
es mi vida,
piedra,
como tú. Como tú,
piedra
pequeña;
como tú,
piedra ligera;
como tú,
canto
que ruedas
por las calzadas
y por las veredas;
como
tú,
guijarro humilde de las carreteras;
como tú,
que
en días de tormenta
te hundes
en el cieno de la tierra
y
luego
centelleas
bajo los cascos
y bajo las
ruedas;
como tú, que no has servido
para ser ni piedra
de
una lonja,
ni piedra de una audiencia,
ni piedra de un
palacio,
ni piedra de una iglesia;
como tú,
piedra
aventurera;
como tú,
que tal vez estás hecha
sólo
para una honda,
piedra pequeña
y
ligera...
*
POEMA 15: «Romance del Duero» de Gerardo Diego
Río
Duero, río Duero,
nadie a acompañarte baja,
nadie
se detiene a oír
tu eterna estrofa de
agua.
Indiferente
o cobarde
la ciudad vuelve la espalda.
No quiere ver en tu
espejo
su muralla desdentada.
Tú,
viejo Duero, sonríes
entre tus barbas de plata,
moliendo
con tus romances
las cosechas mal logradas.
Y
entre los santos de piedra
y los álamos de magia
pasas
llevando en tus ondas
palabras de amor, palabras.
Quién
pudiera como tú,
a la vez quieto y en marcha,
cantar
siempre el mismo verso
pero con distinta agua.
Río
Duero, río Duero,
nadie a estar contigo baja,
ya nadie
quiere atender
tu eterna estrofa olvidada,
sino
los enamorados
que preguntan por sus almas
y siembran en
tus espumas
palabras de amor, palabras.
*
POEMA 16: «Baladilla de los tres ríos» de Lorca
El
río Guadalquivir
va
entre naranjos y olivos.
Los
dos ríos de Granada
bajan
de la nieve al trigo.
¡Ay,
amor
que
se fue y no vino!
El
río Guadalquivir
tiene
las barbas granates.
Los
dos ríos de Granada
uno
llanto y otro sangre.
¡Ay,
amor
que
se fue por el aire!
Para
los barcos de vela,
Sevilla
tiene un camino;
por
el agua de Granada
sólo
reman los suspiros.
¡Ay,
amor
que
se fue y no vino!
Guadalquivir,
alta torre
y
viento en los naranjales.
Dauro
y Genil, torrecillas
muertas
sobre los estanques,
¡Ay,
amor
que
se fue por el aire!
¡Quién
dirá que el agua lleva
un
fuego fatuo de gritos!
¡Ay,
amor
que
se fue y no vino!
Lleva
azahar, lleva olivas,
Andalucía,
a tus mares.
¡Ay,
amor
que
se fue por el aire!
*
POEMA 17: «Canción del jinete» de Lorca
En
la luna negra
de
los bandoleros,
cantan
las espuelas.
Caballito
negro.
¿Dónde
llevas tu jinete muerto?
...Las
duras espuelas
del
bandido inmóvil
que
perdió las riendas.
Caballito
frío.
¡Qué
perfume de flor de cuchillo!
En
la luna negra,
sangraba
el costado
de
Sierra Morena.
Caballito
negro.
¿Dónde
llevas tu jinete muerto?
La
noche espolea
sus
negros ijares
clavándose
estrellas.
Caballito
frío.
¡Qué
perfume de flor de cuchillo!
En
la luna negra,
¡un
grito! y el cuerno
largo
de la hoguera.
Caballito
negro.
¿Dónde
llevas tu jinete muerto?
*
POEMA 18: «El mar. La mar...» de Rafael Alberti
El
mar. La mar.
El mar. ¡Sólo la mar!
¿Por qué me
trajiste, padre,
a la ciudad?
¿Por qué me
desenterraste
del mar?
En sueños la
marejada
me tira del corazón;
se lo
quisiera llevar.
Padre, ¿por qué me
trajiste
acá?
Gimiendo por ver el mar,
un
marinerito en tierra
iza al aire este lamento:
¡Ay
mi blusa marinera;
siempre me la inflaba el viento
al
divisar la escollera!
|
*
POEMA 19: «Canción primera» de Miguel Hernández
Se
ha retirado el campo
al
ver abalanzarse
crispadamente
al hombre.
¡Qué
abismo entre el olivo
y
el hombre se descubre!
El
animal que canta:
el
animal que puede
llorar
y echar raíces,
rememoró
sus garras.
Garras
que revestía
de
suavidad y flores,
pero
que, al fin, desnuda
en
toda su crueldad.
Crepitan
en mis manos.
Aparta
de ellas, hijo.
Estoy
dispuesto a hundirlas,
dispuesto
a proyectarlas
sobre
tu carne leve.
He
regresado al tigre.
Aparta,
o te destrozo.
Hoy
el amor es muerte,
y
el hombre acecha al hombre.
*
POEMA 20: «Cántico doloroso al cubo de la basura» de Rafael
Morales
Tu
curva humilde, forma silenciosa,
le
pone un triste anillo a la basura.
En
ti se hizo redonda la ternura,
se
hizo redonda, suave y dolorosa.
Cada
cosa que encierras, cada cosa,
tuvo
esplendor, acaso hasta hermosura.
Aquí
de una naranja se aventura
su
delicada cinta leve y rosa.
Aquí
de una manzana verde y fría
un
resto llora, zumo delicado
entre
un polvo que nubla su agonía.
Oh,
viejo cubo sucio y resignado:
desde
tu corazón la pena envía
el
llanto de lo humilde y lo olvidado.
*
POEMA 21: «Cumpleaños» de Ángel González
Yo
lo noto: cómo me voy volviendo
menos
cierto, confuso,
disolviéndome
en aire
cotidiano,
burdo
jirón
de mí, deshilachado
y
roto por los puños.
Yo
comprendo: he vivido
un
año más, y eso es muy duro.
¡Mover
el corazón todos los días
casi
cien veces por minuto!
Para
vivir un año es necesario
morirse
muchas veces mucho