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martes, 14 de junio de 2011

Actividades prácticas de literatura (La Celestina)

COMENTARIO DE TEXTOS 2                                                    LA CELESTINA
1.       Lee el siguiente fragmento de La Celestina  y responde a las preguntas que aparecen a continuación:
1.1. Localización
1.2. Aspectos Lingüísticos
1.3. Tema y Asunto
1.4. Personajes
1.5. Estructura
1.6. Recursos estilísticos
MELIBEA.- Mucho se tarda aquel caballero que esperamos. ¿Qué crees tú o sospechas de su estada, Lucrecia?
LUCRECIA.- Señora, que tiene justo impedimento y que no es en su mano venir más presto.
MELIBEA.- Los ángeles sean en su guarda, su persona esté sin peligro; que su tardança no me es pena. Mas, cuytada, pienso muchas cosas que desde su casa acá le podrían acaecer. ¿Quién sabe si él, con voluntad de venir al prometido plazo, en la forma que los tales mancebos a las tales horas suelen andar, fue topado de los alguaziles nocturnos y, sin le conocer, le han acometido; el qual por se defender los ofendió, o es dellos offendido? ¿O si por caso los ladradores perros con sus crueles dientes, que ninguna diferencia saben hazer ni acatamiento de personas, le ayan modido? ¿O si ha caydo en alguna calzada o hoyo, donde algún daño le viniese? Mas, ¡o mezquina de mí!, ¿qué son estos inconvenientes que el concebido amor me pone delante y los atribulados ymaginamientos me acarrean? No plega a Dios que ninguna destas cosas sea; antes esté quanto le plazerá sin verme. Mas escucha, que passos suenan en la calle y aun parece que hablan destotra parte del huerto.
SOSIA.- Arrima essa escalera, Tristán, que este el mejor lugar, aunque alto.                                  
TRISTÁN.- Sube, señor. Yo yré contigo, porque no sabemos quién esta dentro. Hablando están.
CALISTO.- Quedaos, locos, que yo entraré solo, que a mi señora oygo.
MELIBEA.- Es tu sierva, es tu cativa, es la que más tu vida que la suya estima. ¡O, mi señor, no saltes de tan alto, que me moriré en verlo! Baxa, baxa poco a poco por el escala. ¡No vengas con tanta pressura!
CALISTO.- ¡O angélica imagen! ¡O preciosa perla, ante quien el mundo es feo! ¡O mi señora y mi gloria! En mis braços te tengo y no lo creo. Mora en mi persona tanta turbación de placer, que me haze no sentir todo el gozo que poseo.
MELIBEA.- Señor mío, pues me fié en tus manos, pues quise cumplir tu voluntad, no sea de peor condición por ser piadosa que si fuera esquiva y sin misericordia. No quieras perderme por tan breve deleyte, y en tan poco espacio; que las mal fechas cosas, después de cometidas, más presto se pueden reprehender que emendar. Goza de lo que yo gozo, que es ver y llegar a tu persona. No pidas ni tomes aquello que, tomado, no será en tu mano bolver. Guarte, señor, de dañar lo que con todos los tesoros del mundo no se restaura.
CALISTO.- Señora, pues por conseguir esta merced toda mi vida he gastado, ¿qué sería, quando me la diesen, desechalla? Ni tú, señora, me lo mandarás ni yo podría acabarlo conmigo. No me pidas la cobardía. No es fazer tal cosa de ninguno que hombre sea, mayormente amando como yo. Nadando por este fuego de tu desseo toda mi vida, ¿no quieres que me arrime al dulce puerto a descansar de mis pasados trabajos?
MELIBEA.- ¡Por mi vida, que aunque hable tu lengua quanto quisiere, no obren las manos quanto pueden! ¡Está quedo, señor mío! Bástete, pues yo soy tuya, gozar de lo exterior, desto que es propio fruto de amadores; no me quieras robar el mayor don que la natura me ha dado. Cata que del buen pastor es propio tresquillar sus ovejas y ganado, pero no destruyrlo y estragarlo.
CALISTO.- ¿Para qué, señora? ¿Para que no esté queda mi pasión? ¿Para penar de nuevo? ¿Para tomar el juego de comienço? Perdona, señora, a mis desvergonçadas manos, que jamás pensaron de tocar tu ropa con su indignidad y poco merecer; agora gozan de llegar a tu gentil cuerpo y lindas y delicadas carnes.
MELIBEA.- Apártate allá, Lucrecia.
CALISTO.- ¿Por qué, mi señora? Bien me huelgo que estén semejantes testigos de mi gloria.
MELIBEA.- Yo no los quiero de mi yerro. Si pensara que tan desmesuradamente te avías de haber conmigo, no fiara mi persona de tu cruel conversación.
SOSIA.-  Tristán, ¿bien oyes lo que passa, en qué términos anda el negocio?
TRISTÁN.- Oygo tanto, que juzgo a mi amo por el más bienaventurado hombre que nasció. Y, por mi vida, que, aunque soy mochacho, que diesse tan buena cuenta como mi amo.
                                                 

                                                                                              FERNANDO DE ROJAS; La Celestina

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